Desde luego, parece difícil que en un país devastado por la guerra como era Italia en 1945 pudiera surgir un arte tan necesitado de grandes recursos como el cine. Pero allí, en esas circunstancias, surgió el que quizá sea el movimiento cinematográfico más importante e influyente de la historia del cine, el Neorrealismo. Y quizá el que mejor ha sobrevivido como movimiento general, independientemente de la calidad de sus piezas, en el sentido de que las obras hechas en ese movimiento y en esos años siguen aún vigentes, y muchos directores en la actualidad se inspiran en dichas películas (lo cual no se puede decir de la Nouvelle Vage o del Free Cinema, que dando algunas películas gloriosas en conjunto han envejecido peor).
La película que proporcionó las bases y dio el impulso al neorrealismo fue sin duda Roma, ciudad abierta, y me atrevería a decir que en concreto un personaje: Pina, interpretada por Anna Magnani. Es cierto que ya se habían hecho algunas películas en este contexto por parte de Blassetti (Sole, 1928) o Visconti (Obssessione, 1943) en Italia, o Ford (Las uvas de la ira/The Grapoes of Wrath, 1940 con Tom Joad-Henry Fonda) en USA, pero en este personaje podemos ver reflejado el espíritu de todos los que vinieron después, desde el ladrón de bicicletas o el pescador de La terra trema (1948) hasta el Joe de Ken Loach. Es la actitud ante la vida de esta mujer, su lucha, su casa, sus ambiciones y su solidaridad lo que ha pervivido como ejemplo y modelo en el cine, con una profundidad y humanidad que desde entonces ha inspirado a muchos otros personajes (a sus creadores, debería decir) y, desde luego, a nosotros como espectadores.
La película describe la situación de Roma en los últimos años de la ocupación alemana. Fue rodada nada más terminar la guerra en los decorados naturales de la devastada ciudad, con mayoría de actores no profesionales (otra constante de Neorrealismo) excepto Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Los medios técnicos son escasísimos, lo que se ve en una fotografía que no puede hacer otra cosa que sacar el mejor partido a la luz natural, y poco más, aunque los decorados y las interpretaciones son soberbios por ser tan naturales. Escrita por el propio Rosellini, además de Fellini y Sergio Amidei sobre un argumento de este último, va dando saltos entre el documental y la ficción, aunque varios de los sucesos (la resistencia de los niños Romanos o el fusilamiento del cura) están basados en sucesos reales, y el ambiente de las calles está recogido sin planificación (en general).
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